El 98% de los hogares cubanos tiene acceso al servicio eléctrico, pero disponer de él, y pagarlo, no nos da derecho a despilfarrarlo, ni tampoco nos da el derecho a malgastar la electricidad en nuestros puestos de trabajo. Al contrario, usarla racionalmente es un deber social y una muestra de educación energética.
Ahorrar electricidad es consumirla con racionalidad, sin banalidades ni despilfarros. La energía eléctrica debe ser usada racionalmente siempre, pero en especial cuando su generación se produce quemando combustibles fósiles. Ahorrar energía eléctrica significa usar la cantidad necesaria al realizar las diferentes actividades. No significa renunciar a recrearse y estar informados a través de la radio y la televisión, escuchar música, iluminarnos, planchar la ropa o refrigerar los alimentos. No significa tampoco disminuir la iluminación hasta el punto en que necesitemos usar espejuelos, ni que carguemos agua para no consumir la electricidad necesaria para bombearla hacia los tanques elevados. Ahorrar energía no es renunciar totalmente al uso de acondicionadores de aire, computadoras, etc.
El ahorro de energía eléctrica no nos impone limitar el crecimiento económico y social de nuestro país. Se debe usar la electricidad de manera consciente y responsable, aplicando las medidas indicadas en dependencia de la necesidad de ahorro que exista.
Otra realidad a tener en cuenta es que al ahorrar electricidad se contribuye a disminuir la demanda en los horarios picos, lo cual tiene un impacto en la eficiencia del sistema eléctrico y en el costo de la electricidad producida. Al mismo tiempo, es una forma efectiva, económica y al alcance de todos de preservar el medio ambiente. La práctica del ahorro de electricidad lleva implícito el ejercicio de la responsabilidad ciudadana y la solidaridad energética. El ahorro de energía eléctrica nos prepara para la transición hacia un paradigma energético basado en fuentes renovables, a lo que contribuye progresivamente la Revolución Energética.