La región de Puerto Príncipe estuvo a la vanguardia en el sacrificio por la forja de la patria. Fueron Francisco Agüero (Frasquito) y Andrés Manuel Sánchez, ejecutados en 1826 en la Plaza de Armas, los primeros mártires de la independencia de Cuba.
En 1851, la región fue sacudida por el levantamiento armado dirigido por Joaquín de Agüero. No pudo sostenerse por mucho tiempo y junto a otros tres de sus compañeros: Miguel Benavides, Fernando de Zayas y Tomás Betancourt, sería ejecutado. Ante aquel hecho hombres y mujeres vibraron de patriotismo y consternación y la bandera de la estrella solitaria, por ellos enarbolada, se convirtió en el símbolo patrio y cuatro palmeras sembradas y cuidadas por jóvenes camagüeyanos, en el actual parque Agramonte, perpetuaron su memoria.
En 1868 se conspiraba abiertamente, por cualquier motivo, los jóvenes principeños retaban a duelo a los oficiales españoles y no faltó quien le diera una bofetada a Gonzalo Castañón (posteriormente ídolo del cuerpo de voluntarios españoles), secretario del gobernador de la comarca en aquel momento.
El 4 de noviembre de 1868, en el paso del río Las Clavellinas, 76 patriotas se alzaron en armas, aun sin compartir la premura y los métodos de Carlos Manuel de Céspedes, para impedir que los refuerzos enviados por el Capitán General Lersundi, al gobernador de Puerto Príncipe, lograran acorralar a los patriotas de Oriente e imposibilitar la extensión de la Revolución. Esa es una fecha gloriosa cuyo 152 aniversario conmemoramos hoy.
Cuando en representación de los que tienen como patria solo sus intereses personales, apareció Napoleón Arango, en la reunión de las Minas, intentando disuadir a los rebeldes y llevarlos por el camino de las reformas; lo más representativo de la juventud camagüeyana encabezada por Ignacio Agramonte, derrotó la traición y salvó la Revolución en Camagüey y por ello se sostuvo en Oriente y se extendió a Las Villas.
En Guáimaro se inició una tradición constitucionalista y se marcó la ruta de la radical abolición de la esclavitud, la igualdad de todos los hombres y fue reclamado el derecho de la mujer a ser tenida en cuenta para luchar y conquistar su redención.
En Puerto Príncipe, aquel “diamante con alma de beso”, Ignacio Agramonte, forjó las prefecturas; verdaderos talleres de apoyo logístico, la academia militar y en fin la caballería camagüeyana; crisol del Ejército Libertador. Cuando tras su caída en Jimaguayú, lo sustituyera Gómez, al ser felicitado por sus brillantes acciones aclaró que el mérito era del Mayor, por forjar aquel ejército y lamentó no haberlo conocido.
En aquellas luchas se fraguaron tradiciones heroicas como el internacionalismo. Aquí pelearon batallones de chinos, el dominicano máximo Gómez, los norteamericanos Thomas Jordan y Henry Reeve, españoles y latinoamericanos. Guáimaro fue quemado el 10 de mayo de 1869 antes que entregárselo a los españoles y los patriotas sacrificaron fortuna, amor, hogar y la vida porque Cuba estaba primero. Ese legado está ante nosotros exigiendo hoy, “pensar como país” y no como individuos. Ahora tampoco vencerán los Napoleones, venceremos los Agramontinos.
Por: MSc. Edelmira Rodriguez Portal, profesora del Departamento de Historia. (Tomado de https://www.reduc.edu.cu)