Camagüey- Carlota debía ser el nombre para la imagen de un cuerpo desmembrado, pero los asesinos no avizoraron el efecto de la bestialidad de atar las manos y los pies de aquella negra a cuatro caballos. Así auparon la leyenda de una mujer rebelde, inspiradora del reciente estreno del Ballet Folklórico de Camagüey.

El espectáculo pulsa las resonancias de la esclava de origen lucumí que el 5 de noviembre de 1843 lideró una sublevación en la zona matancera; y por obra del azar concurrente, el mismo día pero de 1975 iniciaba una misión internacionalista de cubanos luchando 15 años en África.

Resulta admirable la capacidad del maestro Reinaldo Echemendía Estrada para representar en 25 minutos el temple de Carlota y la tenacidad de nuestros combatientes en pos de un ideal libertario consumado, pues salvó a Angola de una invasión mercenaria, liberó a Namibia y eliminó el Apartheid en Sudáfrica.

El rojo es también un conector de herencias. Carlota era hija de Changó, un orisha guerrero, y la intérprete no deja de empuñar la bandera del internacionalismo. El espectáculo asume el riesgo de tratar la épica de la Revolución cubana con efectos especiales sonoros, con sentimiento y belleza.

En la noche del jueves, el teatro Avellaneda devino un espacio de grandes simbolismos, pues en el público estaban testigos de aquella epopeya, quienes en medio de las tensiones de la guerra protagonizaron el reencuentro con la semilla de profundas raíces de la cultura cubana, y del sentimiento patriótico del ser nacional.

Por Yanetsy León González/Adelante

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante