Día del Libro Cubano: celebramos contenidos

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Camagüey- El libro en Cuba tiene una larga tradición y la ofrenda de un día, el 31 de marzo, que estimula a revisitar las historias y agradecer las emociones generadas por ese objeto de cultura, catauro de sentidos humanos.

La fecha fue institucionalizada en 1981 como homenaje a la proclamación el 31 de marzo de 1959 del decreto para la creación de la Imprenta Nacional de Cuba, aunque hay múltiples razones en otros siglos.

 

Desde las pictografías aborígenes a los soportes electrónicos ha sido posible cartografiar los mapas de la nación, por las imágenes descifradas y las páginas de un copioso patrimonio documental.

 

Si bien perviven enigmas en relación con los mensajes legados por nuestros habitantes primitivos, debido a la pérdida de los códigos para descifrar, los expertos han podido esbozar ideas esenciales.

 

El descubrimiento de las pinturas rupestres de la cueva de María Teresa, en la Sierra de Cubitas, circulaba en una publicación cubana de 1839, también vista en España veinte años antes de los famosos hallazgos de Altamira.

 

Hemos aprendido a leer de los datos históricos, por ejemplo, el nacimiento de la arqueología aborigen en Cuba se infiere en 1843 por los esqueletos humanos fósiles descubiertos en la costa Sur de Camagüey; cuatro años después se estudiaba otra mandíbula precolombina.

 

Tanto el caso de las pictografías como de los restos fósiles conllevan a la naciente ciencia de la arqueología prehistórica, sin embargo, los círculos legitimadores del eurocentrismo pusieron a la cabeza a Jacques Boucher de Perthes con la mandíbula hallada cerca de París en l863.

 

Tal vez algún lector considere una divagación mía ese viaje a una zona misteriosa y aún por vindicar en la actualidad, pero con ese ejercicio intento provocar otras búsquedas fuera de la zona de confort de lo aprendido.

 

¿Qué es para usted un libro? La definición resulta más compleja que lo esbozado en el diccionario como mero conjunto de hojas de papel manuscritas o impresas que, cosidas o encuadernadas, forman un volumen.

 

Entraña, en primer lugar, lo que no se dice con sencillez, y presupone habilidades básicas de comunicación, como la capacidad para codificar y decodificar los mensajes.

 

En Cuba, la Revolución triunfante el primero de enero de 1959 impulsó un mayor acceso de la población al libro como símbolo de la cultura universal, a través de la Campaña Nacional de Alfabetización de 1961.

 

“No te pedimos cree sino lee” ha sido una premisa clave del proceso social cubano liderado por Fidel Castro, y sostenido por sus contemporáneos y generaciones emergentes, formadas en el ejercicio de pensar.

 

Del saber contar tenemos magníficas pruebas en el ámbito de la escritura, con el poema épico “Espejo de paciencia” de 1608, obra fundacional de la literatura cubana, compuesta en la tierra fértil de la actual ciudad de Camagüey.


Pero yerra quien piense que solo es hoy el Día del Libro Cubano, porque Cuba dedica sus días a los libros, algo perfectamente comprobable con las garantías del derecho a la educación y las iniciativas cotidianas de incentivo del hábito de la lectura, de promoción de la literatura y de contacto con los autores.

 

Las ferias anuales también evidencian la voluntad del Estado Cubano por preservar esa conquista de la Revolución, pues el libro es subsidiado y privilegiado con la producción a pesar de la crisis editorial, y espacios habituales de socialización.

 

Tal vez sea este 31 de marzo el que sí logre una fiesta más íntima con el homenajeado, debido a la medida sanitaria de permanecer en casa como una vía de salud contra la CODIV-19; aunque esa cifra sea difícil de tabular.

 

Por lo pronto, hoy pienso celebrar de la mejor manera, con un libro que me debía y con una lectura en familia, tan importante y necesaria como práctica para saber escuchar y respetar el criterio del otro.

 

Y en cuanto a las definiciones, yo prefiero la del camagüeyano Luis Álvarez, Premio Nacional de Literatura: “El libro muy erróneamente se confunde con su soporte material. El libro no es papel, como no fue pergamino ni fue papiro; ni es exactamente una tablet o una laptop. El libro es su contenido”.

 

Por Yanetsy León González / Adelante
Foto: Adelante

 

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