Desde la sublevación de aborígenes conocida como Matanza de Caonao en la actual Esmeralda; desde que Silvestre de Balboa, escribano del cabildo principeño, concibiera su Espejo de Paciencia, esta villa del centro de Cuba ha marcado pasos firmes en la historia y la cultura cubana.
La comarca de pastores y sombreros ha sido tierra de misticismo y leyendas, donde destacan aventuras de piratas en sus puertos e historias de amor como la de la princesa Tínima; así como famosos epitafios como el de Dolores Rondón. Cuna de Ignacio Agramonte, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carlos J Finaly y Nicolás Guillén… la villa devenida en ciudad fue partícipe de las causas más justas por la independencia.
Hitos como el de aquel primer intento libertario de Joaquín de Agüero, la temida caballería de Agramonte y el rescate de Sanguily, son algunas muestras del valor único de este pueblo, que, al decir de Camilo, nunca será traidor.
Los Tinajones, las Iglesias, la arquitectura ecléctica, el complejo y conservado entramado de calles y callejones, son símbolos de la urbe agramontina. Su vida cultural, su Festival Nacional de Teatro, su Almacén de la Imagen, su San Juan…la convierten en un centro importante del desarrollo artístico y la preservación de tradiciones populares.
Un fragmento de su Centro Histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, ofrece un espacio conservado y de relevancia histórica, forjado con el esfuerzo y el quehacer de varias generaciones y de quienes trabajan para hacer del área patrimonial una experiencia única.
507 años cumple la villa fundada en Punta del Guincho desde el siglo XVI, celebración que esta vez cambiará de contexto y modos de expresión; conscientes los camagüeyanos de los nuevos retos a los que convoca la ciudad, siempre nutrida de la vergüenza agramontina y los cuidados de quienes la habitan. (Tomado de http://www.ohcamaguey.cu/)