Cali, los Juegos y una lectura en paredes y calles...

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22 Pana y voluntarios

Tomado de Jit.cu.

Cali.- DENTRO de poco más de 24 horas comenzarán acá las justas de los I Juegos Panamericanos Júnior. Dos días más tarde tendrá lugar la ceremonia inaugural en el Estadio Olímpico Pascual Guerrero. Esta urbe colombiana, ayer incendiada por protestas públicas y al filo de una guerra civil, vivirá días y noches de colores y júbilo.

Poco más de un día alcanzó a este reportero para apreciar algunas huellas de la barbarie, literalmente. Cristales rotos, paredes grafiteadas, pinturas sufridas, edificios públicos todavía enrejados, mensajes, muchos mensajes…

«Aquí nacimos, aquí morimos», «Es hora de cambiar», «Viviremos, aunque nos maten», «!Corruptos!»…

Andar a pie, por calles, bulevares y parques, permite leer lo sucedido aquí hace apenas semanas…

Los días de paro y barricadas dejaron desabastecimiento y convulsión. Fueron quemadas o vandalizadas decenas de estaciones de servicio, transporte y policía, además del deterioro de 180 semáforos. El dramatismo se cobró la vida de varias personas y enlutó a familias…

Todo comenzó aquí el primero de mayo, en la calle Quinta a la altura de la Loma de la Cruz. Antes había estallado Medellín. Miles de personas se congregaron para protestar pacíficamente contra la reforma tributaria nacional, reivindicar derechos laborales y mejores oportunidades de vida.

Sonaba una orquesta, Cuerda y Son, y la gente bailaba al ritmo de un conocido tema: Buenaventura y Caney. El ambiente era festivo… Cuentan que desde el aire las cámaras captaban un tumulto tal que era imposible ver el asfalto de las calles…

Así se engendró el estallido, al juntarse el desaliento de los jóvenes, el malestar de los trabajadores, cierto despilfarro del gobierno en temas secundarios mientras la covid-19 se cobraba la vida y el sustento de muchos; y la actuación oportunista de delincuentes, narcos y figuras de la extrema derecha.

Malabares hicieron los políticos del país, el departamento, la urbe y hasta del continente para superar el caos y devolver la gobernabilidad a este lugar cálido, colorido y familiar, aunque violento e inseguro en niveles de respeto.

En medio de todo eso estaban los I Juegos Panamericanos Júnior, que de posible estorbo ante tal situación pasaron a ser tabla de salvación.

De un lado estaban la rehabilitación de instalaciones deportivas y el incentivo a negocios como la construcción, la hotelería, el transporte, la gastronomía, etc. Del otro el sólido mensaje que significaba recibir a delegaciones de 41 países en el mismo paisaje, pero después de la batalla.

Hacer los Juegos podía ser un negocio, pero no solo económico o financiero. Se antojaba una oportunidad de lujo para reposicionar a Cali en el escenario internacional por lo bueno, por lo hermoso y lo vibrante.

Por eso resulta visible el agradecimiento hacia quienes han decidido venir hasta acá a compartir la suerte de estos Juegos. Y es que venir significa de muchos modos confiar en Cali y en Colombia.

Este domingo, en el Hotel Dan Carlton, sede principal de la familia panamericana, varias delegaciones retiraron sus acreditaciones y recibieron los parabienes del equipo de profesionales y voluntarios allí presentes. Vimos transitar a oficiales cubanos, boricuas, argentinos y jamaicanos…      

En el Aeropuerto Internacional Alfonso Bonilla se incrementó la llegada de vuelos con participantes en los Juegos. Al arribar nuestro elenco de judo un trabajador caleño expresó emocionado: «¡Bienvenidos a Cali! La capital del deporte, la salsa y los derechos humanos». Habían formado en plan recibimiento y aplaudieron con fuerza al paso de los nuestros.

En el clúster panamericano el equipo femenino cubano de balonmano cumplimentó su primer entrenamiento, arropado por las mejores atenciones de voluntarios y trabajadores del gimnasio.

En la noche, en el Bulevar del Río, en la zona centro de la ciudad, una orquesta tocó salsa hasta la media noche. Cientos de caleños bailaron, cenaron, bebieron. Restaurantes y cafeterías estuvieron abiertas y en pleno ajetreo…

Se trata de escenas que expresan la resiliencia de un pueblo y una ciudad que no salen aún del susto y el miedo, aunque estén a las puertas de una gran fiesta deportiva. Eso sí, saben muy bien la diferencia entre una guerra a muerte y una competencia por los honores deportivos y patrios.

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