“¿Hasta cuándo la teta?”CAMAGÜEY.-

 
 
 

Cuando nos tomamos demasiado en serio eso de “la especie más inteligente” corremos el riesgo de olvidar que somos animales mamíferos. Como los delfines, que pasan más de veinte meses amamantando; o los elefantes, que superan los cuatro calendarios. ¿Entenderán ellos que la leche materna es nutricionalmente un superalimento, que ofrece inmunidad, que es la mejor “sal de rehidratación”, que ayuda a evitar montón de padecimientos infantiles… que se relaciona con mayor coeficiente intelectual?, ¿o que no hay consuelo más eficiente ante el miedo o el dolor?, ¿o que para la madre resulta desestresante y protege ante el cáncer de mama?
 
En nuestra ¿evolución?, dejamos atrás el concepto valioso del maternaje en tribu, y muchas se ven agobiadas por cargas que deberían compartirse siempre, pero pesan más en la etapa de lactancia exclusiva. Esos seis meses el organismo de un bebé no está listo para procesar algo distinto a la leche materna o las fórmulas. No la "de la bodega”, que es leche entera; ni la de la finca sin pasteurizar.
 
Sí, quizás nuestras abuelas tomaron leche recién salida de la vaca, comieron puré a los 45 días… pero, por las consecuencias de aquellas costumbres, los expertos han aplazado la alimentación complementaria. ¡Complementaria! El primer año, las mamas dan la mayoría de los nutrientes que necesita un bebé.
 
Sí, hay demasiado desconocimiento. Cuando te falta suerte el día que das a luz, la enfermera no está preparada, o carece de paciencia. Y tu acompañante te hace tomar excesivos líquidos y ¡bejucos! para aumentar la leche. O tus compañeras de cubículo aseguran que tu calostro es escaso y por eso tu bebé llora. O alguien “de experiencia” afirma que un macrofeto necesita siempre suplemento… ¡Lamentable! Porque la postura correcta es esencial para que un bebé obtenga su alimento.
Porque está científicamente explicado que la única manera de estimular nuestra producción es la succión. Porque las goticas del calostro son justo lo que precisa el recién nacido. Porque no existe una industria tan eficiente como la del pecho materno, que se sincroniza con la demanda de su cría.
Después, vienen otras etapas cruciales. Se establece la lactancia: los pechos no se desbordan, pueden sentirse flácidos, porque elaboran en el instante en que lo necesita su consumidor y en cantidad exacta. Crees que se acabó la leche o apenas a los tres meses supones: “dejó la teta”. Es uno de los brotes de crecimiento típicos, y deviene en el fin de muchas lactancias.
Bastaba información, paciencia y tiempo para que la fábrica ajustara su producción; su cliente necesitaba más. Si otra dieta (además inadecuada) llena su estómago, pedirá menos y en este punto ya lo sabes: el pecho responde a la demanda.
 
En pleno siglo XXI demasiados mitos rodean al amamantamiento: que si limitar la leche materna para que coma mejor, que si se vuelve agua, que por eso no duermen… así hasta el infinito. Google mediante, los desmientes. O gracias a profesionales de Salud actualizados. O si hallas en Cuba a un par de asesoras de lactancia certificadas por la Liga Internacional de la Leche que gratuitamente dan asistencia por Internet.
Este último fue de mis mejores hallazgos en medio de un confinamiento en que viví, virtualmente, la maternidad en tribu. La Liga, su sostén; su caja de herramientas antimitos; su acompañamiento experto; su compendio de experiencias… muestra la posibilidad de conectar instinto primitivo y saber científico para salvar lactancias. Verla conspirando con el Minsap en esta Semana Mundial de la Lactancia Materna constituye alentadora señal.
 
Las “lactancias extendidas” serán más comunes a medida que esas alianzas se traduzcan en entornos más informados, respetuosos, flexibles a las necesidades de la madre que amamanta y su bebé; a medida que la evolución de la especie se afiance más a su humanidad, a la conexión entre la gente, al sentimiento de comunidad y cooperación que tanto bien nos traería. Entonces se extinguirá con todos sus tonos el “¿hasta cuándo la teta?”. Y quizás “tetamor”, ese sinónimo perfecto que inventamos las mamás para la palabra lactancia, termine por sonar tanto que se haga sitio en el diccionario de la RAE. Por Zoila Pérez Navarro/ Adelante