La bajada de la presión atmosférica y de las horas de luz en esta estación, son los principales responsables de la especial manifestación de la siguiente serie de alteraciones y enfermedades.
Otoño es una estación de cambios importantes en nuestro entorno: las temperaturas bajan, la humedad aumenta en el ambiente, la presión atmosférica disminuye y el día cada vez se hace más corto. Además, la naturaleza languidece a nuestro alrededor con colores pardos y anaranjados mientras que el cielo se muestra cada vez menos azul.
Todos estoy cambio acaban repercutiendo tanto en nuestro estado de ánimo como en nuestro sistema inmunitario y nuestro metabolismo, lo que puede dar lugar a una serie de trastornos que si bien no son claramente estacionales, sí son más frecuentes en esta época del año. Este artículo describe ocho de estos trastornos otoñales y explica cómo combatirlos.
 
1. Gripe y resfriados
Como ya hemos explicado en este artículo, la gripe y los resfriados aumentan a partir del otoño por la mayor resilencia de los virus en el aire frío, la bajada en la frecuencia de ventilación de las casas, aulas, etc. -que hace que se acumulen los gérmenes-, y la inmunodepresión que nos provoca la bajada de horas con luz solar y la exposición a cambios de temperatura bruscos.
La mejor forma de combatir la gripe y los resfriados es seguir ventilando las casas, especialmente si viven niños, lavar la ropa de cama con frecuencia, evitar los cambios bruscos de temperatura y procurar exponerse a la luz solar cada día, además de tener una dieta variada en vegetales y rica en proteínas y grasas, también de origen animal.
2. Neumonía
Como consecuencia de gripes mal curadas, que crean lesiones en el tracto respiratorio por culpa de la violencia de los estornudos, y también por la inmunodepresión debida a los días más cortos, la probabilidad de contraer infecciones pulmonares bacterianas aumenta. Lo mejor para prevenirlas es estar vigilante siempre a las expectoraciones de las personas enfermas de gripe por si aparecen amarillentas y verdosas, lo cual sería señal de infección bacteriana, mucho más preocupante que una gripe.
3. Asma
El aire frío y húmedo irritan nuestras vías respiratorias y las personas propensas a problemas alérgicos pueden verse afectadas por periodos de asma. A ello hay que sumarle en ambientes muy cerrados y húmedos la presencia de ácaros del polvo, otro factor de irritación.
También en las zonas rurales, los abonados de los campos de cara al reposo invernal con compost son un frecuente detonador del asma. La mejor solución es tener la garganta permanentemente hidratada con caldos y bebidas calientes y no descartar las saunas de vapor.
4. Dermatitis
De nuevo los ácaros del polvo son los responsables de problemas en la piel debido a su proliferación en ambientes húmedos, calientes por calefacciones y poco ventilados. Sobre todo en las habitaciones y más cuando hay alfombras y moquetas, pueden crear dermatitis -que se pueden complicar por infecciones bacterianas- a las personas alérgicas, especialmente si llegan a pijamas o sábanas. La solución es ventilar bien y pasar la aspiradora con frecuencia.
5. Enfermedades reumáticas
Las enfermedades reumáticas son un grupo muy alto de trastornos de dolor que afectan a las articulaciones de las personas cuando hay cambios de presión atmosférica, algo que ocurre con mucha más frecuencia en otoño. Las soluciones son complejas cuando existen, pero lo mejor es buscar junto a un médico sistemas sostenibles para calmar los dolores.
6. Astenia otoñal
Este es el único trastorno psico-físico descrito en el presente artículo. La astenia otoñal ha sido muy discutida como trastorno psicológico y su denominación como 'depresión otoñal' ya no se acepta. Sin embargo, en los últimos años se la ha situado más en el campo de las fatigas y melancolías de origen exógeno, provocadas por la disminución de las horas de luz solar y sus consecuencias en el aumento de producción de la hormona melanina.
La melatonina, que se produce en mayor cantidad en las horas de oscuridad, es responsable, entre otras cosas, de que conciliemos el sueño. Pero mayores niveles plasmáticos de melatonina no afectan a todas las personas por igual, ya que mientras a unas la astenia les puede aumentar una depresión preexistente, para otras puede implicar un efecto sedante que les proporcione una mayor estabilidad emocional.
7. Úlcera péptica
La mayor parte de las úlceras pépticas o de estómago se producen por la infección de la bacteria Helicobacter pyroli y solo un 5% son dadas por el abuso de antiinflamatorios. Se desconoce por qué, pero el otoño es una época propicia a la actividad de esta bacteria y, además, por causa de resfriados y dolores musculares y articulares, se dispara el consumo de antiinflamatorios. Todo ello redunda en un repunte de los casos de úlcera.
8. Deficiencia de vitamina D
Si no se cuida la dieta pueden faltar todo tipo de vitaminas durante todo el año, pero especialmente en otoño repunta la avitaminosis por vitamina D, debido a que progresivamente nos vamos exponiendo menos al sol. La luz solar es la principal fuente de su producción, al propiciar los rayos solares sobre la piel la ruptura de una molécula de colesterol.
La falta de vitamina D puede derivar en problemas anímicos, inmunitarios, artríticos, etc. Es decir que puede aumentar el riesgo de padecer los otros trastornos antes descritos. La solución sin duda es comer alimentos que contengan colesterol -como grasa animales, aguacates, bananos, huevos, etc.- y tomar el sol al menos 20 minutos al día. Cortesía: https://www.eldiario.es/consumoclaro/

Otoño, la estación por excelencia de las afecciones relacionadas con el aparato respiratorio, entre otras.
Aunque han tardado un poco en llegar, ya están aquí las características meteorológicas del otoño, la estación por excelencia de las afecciones relacionadas con el aparato respiratorio, entre otras. Catarros y gripes proliferan, gracias a sus facilidades de contagio, a lo que se suman las alergias que tan molestas pueden ser. Aprovechamos estos inicios del mes de noviembre para ponernos al día con la información y recomendaciones relacionadas con estas patologías.
Enfermedades respiratorias
Las particularidades climáticas de Canarias inciden de manera determinante en las enfermedades respiratorias. Con el paso del verano al invierno se favorece las enfermedades respiratorias porque baja la temperatura y por la disminución de la humedad relativa. En esta época del año aumentan de "forma importante" este tipo de patologías, sobre todo las infecciones virales.
Los pacientes respiratorios crónicos —por ejemplo, asmáticos o con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)— que tienen medicación inhalada de forma mantenida se le aconseja no abandonar el tratamiento pausado en esta época aunque se encuentren bien o no lo consideren necesario. Sino todo lo contrario, reforzarlo. Ante síntomas como asfixia, sensación de sibilancias o pitos en el pecho acuda el médico.
En el caso de los niños, las aulas de guarderías, colegios e institutos se convierten en un excelente caldo de cultivo donde los virus se contagian y proliferan en forma de resfriados y catarros.
Los niños más pequeños y lactantes se pueden ver afectados con mayor de frecuencia cuadros de bronquiolitis, que son cuadros respiratorios más graves pues puede haber dificultad para respirar y aumenta la tos y las secreciones. En estos casos muchas veces necesitan incluso ingreso hospitalario. Se trata de un cuadro vírico que provoca que se cierren los bronquios. Hay que diferenciarlo de un simple catarro con mocos. Requiere estar atentos a si aumenta la tos, aparecen 'silbidos', presentan dificultad para respirar o comienzan a aparecer síntomas de cansancio.
¿Cómo distinguir el catarro de la gripe?
La gripe es causada por el virus de su mismo nombre mientras que en caso de catarros y refriados el agente actuante es un rinovirus o coronavirus.
El síntoma que nos da la clave para diferencia la gripe del resfriado o catarro en la fiebre, que en las gripes suele aparecer alta mientras que no se manifiesta si se trata de un catarro.
El virus de la gripe se incuba en un periodo de entre 18 y 36 horas y su aparición e repentina y brusca. Cursa con fiebre, dolor de cabeza, tos seca, dolor muscular e intenso malestar en general. La gripe se puede agravar o complicar en pacientes con patologías previas.
En el caso del catarro o resfriado, el virus causante se incuba en un periodo de entre 48 y 72 horas, y la enfermedad cursa con irritación ocular, picor de garganta, congestión y secreción nasal, estornudos, malestar y cansancio.
En ambos casos la enfermedad se prolongará entre 7 y 10 días.
 
Las alergias de otoño
Con la llegada del otoño se incrementan también las alergias respiratorias. Las temperaturas suaves y la alta humedad hacen que los alérgenos como los hongos y los ácaros proliferen en esta época. Además, la etapa otoñal propicia las reagudizaciones respiratorias al aumentar las infecciones víricas.
El aumento de la humedad ambiental y la bajada de temperaturas provoca que cerremos las ventanas haciendo que nuestros hogares se ventilen menos, y por tanto aumente la proliferación de los ácaros.
Entre las de mayor prevalencia nos encontramos con:
Rinitis alérgica: Es una reacción de la mucosa de la nariz después de una exposición a ciertos alérgenos, como los ácaros del polvo.
Asma alérgica: Es secundaria a alérgenos como ácaros, pólenes, epitelios de animales, hongos, etc.
Alergias alimentarias: En el caso de los más pequeños, la alimentación fuera de casa y el incremento de probabilidad de exposición ante alérgenos alimentarios, hace que el otoño sea una época en la que se den estas alergias.
Alergias a mascotas: De igual manera que en el caso de los ácaros y los hongos, el descenso de las temperaturas hace que permanezcamos más tiempo en casa, y que, por ello, exista una exposición más intensa a estos alérgenos.
Dermatitis atópica: El otoño en sí mismo no tiene por qué empeorar sus síntomas, pero el regreso a la ciudad después del verano, el uso de ciertos textiles o el frío, entre otros factores, suele provocar que la dermatitis atópica vuelva a manifestarse de forma más aguda en esta época.
 
Los virus no se tratan con antibióticos
Cada vez más la ciudadanía es consciente de que los virus que causan gripes, catarros y resfriados no se tratan con antibióticos pues su función es única y exclusivamente luchar contra las bacterias. En el caso de las gripes y catarros los virus causantes son aplacados por el propio organismo. Sólo se aconseja la toma de medicamentos que ayuden a sobrellevar los síntomas como mucolíticos o antitérmicos.
Se trata de una cuestión de especial importancia porque el mal uso de antibióticos está causando resistencia en la población por lo que pierden eficacia en la lucha contra las enfermedades.
La resistencia a los antibióticos ocurre cuando las bacterias cambian y se vuelven resistentes a los antibióticos usados para tratar las infecciones que ellas causan. El uso excesivo e indebido de los antibióticos aumenta el desarrollo de bacterias resistentes, y una nueva encuesta efectuada en varios países revela que hay confusión entre las personas con respecto a esta grave amenaza para la salud pública, sin entender cómo prevenir que siga aumentando.
Hay que ser conscientes de que los antibióticos son un recurso de gran valor que debe conservarse. Deben utilizarse para tratar las infecciones bacterianas solamente cuando los recete un profesional de la salud debidamente autorizado. Los antibióticos jamás deben compartirse, el tratamiento recetado debe completarse íntegramente y no se deben guardar para el futuro los antibióticos que sobren.
Y recuerda, las personas somos distintas, y las soluciones que funcionan para unas pueden no ser de aplicación para otras o incluso contraproducentes. En caso de aparición de los síntomas, o de dudas sobre cómo afrontarlos, acuda a los servicios sanitarios para recibir asistencia e información médica. Cortesía: https://hospitalessanroque.com/es/noticias/

Cada año, con el inicio de las temperaturas frías, se produce un aumento significativo de las enfermedades respiratorias. En todo el mundo, hasta cinco millones de personas contraen la enfermedad cada temporada de gripe. ¿Por qué esta enfermedad hace acto de presencia sobre todo durante los meses más fríos del año? Quién no ha escuchado más de una vez la frase: "¡Abrígate! No vayas a resfriarte…". ¿Es esto realmente eficaz? Está claro que la gripe y los resfriados son más comunes ahora, con la bajada de las temperaturas. Sobre los motivos, numerosos estudios están recopilando información para descubrirlos.
No es solo por el frío
Quizás muchas madres estaban equivocadas cuando nos obligaban a abrigarnos en exceso en invierno. Porque lo que realmente nos enferma no es el frío, sino los gérmenes y que estemos expuestos a ellos. Tenemos que entrar en contacto con virus como el rinovirus (uno de los tipos de virus que causa la mayoría de los resfriados) para resfriarnos. Necesitamos que nos infecten los virus de la gripe para contraer esta enfermedad. Los rinovirus alcanzan su punto máximo en primavera y otoño, mientras que los virus de la gripe lo hacen en invierno.
Algunos estudios afirman que el virus de la gripe es más estable a temperaturas frescas y secas. En un estudio publicado en PLoS Pathogens, los expertos concluyen que los virus de la gripe prefieren el clima frío y seco al clima húmedo o lluvioso. Tras analizar los datos sobre la gripe y el clima de 78 lugares en 40 países entre 1975 y 2008, los expertos han podido ver que las epidemias de la gripe aparecen durante el invierno en las regiones templadas, mientras que la estacionalidad de la gripe es menos clara en los trópicos, donde los brotes tienden a ocurrir durante las estaciones lluviosas.
Los hallazgos sugieren que la lluvia y la humedad son factores clave en las regiones tropicales, mientras que el frío y la sequedad son importantes en las zonas templadas. Esto se ajusta a otras investigaciones según las cuales los virus de la gripe sobreviven más tiempo en el aire seco. En los lugares donde la humedad cae por debajo de 11 a 12 gramos de agua por kilo de aire y las temperaturas bajan por debajo de 18ºC a 21ºC durante al menos un mes, la actividad de la gripe alcanza su punto máximo. En un ambiente con poca humedad, los ojos tienden a secarse y las membranas mucosas de la nariz se secan, por tanto, somos más susceptibles a las bacterias y los virus.
 
Los ambientes cerrados, grandes aliados de los virus
También hay un factor más social relacionado con el aumento de virus durante el invierno. Pasamos de temperaturas exteriores frías a temperaturas interiores a menudo demasiado cálidas. En condiciones normales, esto durará entre cuatro y cinco meses al año. El aire seco del interior de las casas y la poca ventilación implican un aumento de alergias, estornudos y sequedad. Estos síntomas hacen que sea más probable que se propaguen los virus del resfriado y la gripe, sobre todo porque quedan atrapados en el interior y van recirculando; si no ventilamos, no tienen a dónde ir y permanecen cerrados.
Además, solemos pasar más horas en espacios cerrados, en interiores. Cuando nos reunimos varias personas en un ambiente cálido es cuando los virus como los del resfriado y de la gripe y ciertas bacterias se propagan. Estos virus se transmiten a través de los fluidos corporales de personas ya infectadas. Cuando alguien que está enfermo estornuda o tose, en realidad lo que está haciendo es liberar pequeñas gotas respiratorias en el aire que propagan la enfermedad. Las personas que viven en espacios con poca ventilación y baja humedad durante los meses más fríos tienen más probabilidad de enfermar. La humedad suele evitar que los virus se propaguen y debiliten su fuerza.
El sistema inmunitario se ralentiza
Otras investigaciones demuestran una asociación más biológica que conductual. Con el frío, nuestro sistema inmunitario se hace más lento. Según un estudio de la Universidad de Yale, las bajas temperaturas debilitan la primera línea de defensas de la nariz. En una investigación sobre ratones, descubrieron que a temperaturas más frías, se produce una respuesta inmune más lenta y una mayor susceptibilidad de la infección.
El frío, en realidad, lo que haría sería obstaculizar nuestras defensas contra la infección por rinovirus. Por tanto, la fiebre, los escalofríos, el dolor de garganta y la tos que sufrimos cuando tenemos un resfriado son en realidad el resultado de que nuestro sistema inmunitario reacciona a estos organismos invasores. Cuando el virus entra en el sistema respiratorio del cuerpo, a través de nuestra nariz o la boca, se infiltra en nuestras células y empieza a multiplicarse. El sistema inmunitario responde a esta amenaza enviando un ejército de células que inician la respuesta inflamatoria.
Los expertos de Yale descubrieron que el virus del resfriado se replica mejor cuando las temperaturas del cuerpo están por debajo de los 33ºC. Al inhalar el aire frío del exterior, las temperaturas de la nariz disminuyen y bajan la temperatura corporal general. A pesar de los hallazgos, los expertos admiten que se necesitan más trabajos que confirmen los resultados, primero en animales vivos y después en humanos. Por el momento, estamos frente a una posible pista sobre la "misteriosa" conexión entre el frío y los resfriados. Cortesía: https://www.eldiario.es/consumoclaro/