La Avellaneda ante el espejo

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avellaneda libroCamagüey- La estela de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) en nuestro tiempo parece signada por desventuras, aunque no tantas como los que atormentaron la vida de la escritora nacida en Puerto Príncipe, actual Camagüey.

En marzo ya estaba listo para presentarse La Avellaneda ante el espejo. Un proyecto editorial y estudio introductorio, de la investigadora Olga García Yero, pero las alarmas por la COVID-19 en Cuba conllevaron al aplazamiento.

 

Esta semana, el huracán Isaías amenazaba la planificación del Sábado del Libro, mas el repentino buen tiempo posibilitó poner en manos de los lectores otra prueba cabal de la vocación ensayística de la autora.

 

Ya en el año 2014, como saludo al bicentenario de la Avellaneda, Olga logró con la Editorial Ácana un libro con documentos poco conocidos, agotado en seguida por la sed de búsqueda de las famosas cartas de amor.

 

Ella siguió cotejando publicaciones del epistolario de la Tula, lamentablemente mutilado en ediciones anteriores, y gracias a esa labor de arqueología literaria y antropología cultural rescató textos para entender mejor la dimensión de aquella mujer adelantada a su época.

 

La negación de la condición de cubana fue una de las infamias que Gertrudis señaló en su momento, sin embargo, las banderas del desprecio siguieron ondeando durante el siglo XX por la inquina de (in)ciertos críticos literarios.

 

Ahora ve la luz la Carta patriótica de 1867 dirigida desde Sevilla a don Luis Pichardo, vecino de Puerto Príncipe, donde la Avellaneda suscribe su cubanidad y su conciencia como escritora latinoamericana.

 

Perteneciente a la colección Mare Nostrum, al inicio del ejemplar puede leerse La gratitud de los pueblos para quienes alcanzan a servirlos sin servirse de ellos, texto de Olga que antecede la autobiografía, cartas amatorias, necrología y otros documentos de Tula.

 

La investigadora seleccionó varios poemas como cierre del libro de 227 páginas, ubicados después del extracto de la escritura correspondiente a la donación de la Avellaneda de su corona de laurel, que entregó a una iglesia habanera y hoy sigue siendo un misterio porque la pieza de oro desapareció.

 

Quedan pendientes zonas por explorar en la vida y la obra de Tula, caminos que ilumina con aguda mirada Olga García Yero, en la encomienda de restituir el justo perfil de una pluma extraordinaria de las letras hispanoamericanas.

 

Por Yanetsy León González/Adelante

Foto: Alberto Santos /Colaborador

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