“Para contar la historia del CIMAC: crónica de un documental” (Parte I)

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Camagüey- Visitar un lugar no es igual que ir a filmarlo. Quien visita admira, camina y se regodea en cuanto detalle pueden captar sus ávidos ojos. Filmar es diferente, y con esto no quiero decir que sea mejor o peor, tan solo es diferente porque diferentes son las intenciones. Cuando se filma se piensa en lo que quedará para después, para que vean otros ojos y admiren otras mentes. Ya no es lo efímero de una mirada, que si bien archiva en el recuerdo puede desdibujar detalles y quizás adornar con sensaciones y emociones evocadas. Cuando se filma se piensa en lo que evocarán otras almas y en lo que podrán comprender de esa comunicación hecha de imágenes en movimiento, sonidos y palabras.2

Y visitar Limones-Tuabaquey fue tal vez un poco de ambas cosas, o tal vez mucho, porque esos vívidos recuerdos del martes 12 de mayo quedarán en nuestras mentes y quedarán retenidos en el lente de las cámaras que filmaron todo lo asombroso que se dejó filmar.

Iba un equipo de siete, Norlys Guerrero, camarógrafo-realizador, Ereddy Machín, productor-sonidista y Leannys Cedeño, segundo camarógrafo, Karell Maure, herpetólogo (especialista en reptiles y anfibios), Fidel Alejandro Guerra, ornitólogo (especialista en aves), un chofer y una periodista, y nos recibieron el director de la reserva, la especialista en educación ambiental, dos guías y el resto del equipo de Limones, que servicial y atento nos abrió las puertas de un amanecer típico de campo, cuando aún el sol no termina de asomar en el horizonte y cuando las aves se dejan ver y filmar, y escuchas trinos diversos, fáciles de identificar para quien, como Fidel, ha estudiado las aves.Karell nos dice que avistar serpientes y anfibios demora, son las 7:00 am y ellos comienzan a hacer vida terrestre cuando el sol ya ocupa el cenit, a eso de las 12:00 m. El equipo de realización ya ha sacado sus cámaras y miran a lo alto de los árboles donde Fidel ha identificado un tocororo, y luego un carpintero, y un negrito, y una cartacuba. Hoy la suerte parece sonreírnos y hemos visto con y sin binoculares varias especies, como si supieran de antes sobre el documental del 25 aniversario del CIMAC y quisieran colaborar.

Luego de varias tomas emprendemos el camino hasta el Hoyo de Bonet. Y ante nuestros ojos deseosos de aventura y colores y paisajes, nuevos para mí que iba por primera vez, y revisitados para quienes en el equipo de realización habían ido antes y los del CIMAC que habían hecho expediciones científicas en esos parajes, llegamos a Los Paredones. Y allí Coqui nos habló del porqué del famoso Paso de Lesca, y Karell y Fidel subieron para encontrar y anotar especies en sus pequeñas agendas de campo, y Norlys no se quedó atrás y subió también para filmar lo que antes habría sido una escenificación de las condiciones de trabajo de los especialistas e investigadores del CIMAC, pero que terminó siendo un trabajo verdadero, y si no pregúntenle a Karell que anotó más de seis especies vistas.3

Aunque no descendimos el Hoyo de Bonet sí divisamos desde arriba su riqueza natural, y convenimos que para preservarlo y legarlo a las nuevas generaciones solo han de bajar quienes tengan propósitos investigativos y no meramente turísticos, pues el más mínimo daño o la más pequeña de las invasiones puede afectar a un ecosistema completo, donde se han identificado especies únicas de su tipo en Cuba y el Caribe.

De regreso llegamos a la Cueva de María Teresa, bautizada así por la célebre escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda, nos cuenta Coqui, quien está al frente de la Reserva. Tula le puso ese nombre en su novela Sab, en honor a su nana. Allí vimos y filmamos pinturas rupestres, y nos sorprendió encontrar huellas de un grupo de hombres de la guardia del Rey que allí estuvieron, y que pusieron sus pies siglos antes donde hoy mismo estamos nosotros de pie en pleno siglo XXI.

Fueron 8 kilómetros de ida y de regreso, pero no estamos cansados. Aún es temprano, 11 de la mañana todavía. Aún restan las entrevistas en ese ambiente natural. La brisa y el canto de algunas aves que todavía se dejan ver calman un poco a quienes deben enfrentarse a la cámara para hablar de lo mucho que saben sobre estudios de aves y reptiles, o que deben remontarse al 2004 cuando comenzó la construcción de la Estación de Monitoreo Ambiental de Cayo Sabinal perteneciente al CIMAC.

Pero este no es el final, es tan solo el primer set de filmación, queda historia por narrar, rostros por grabar y lugares por desandar. El documental nos ha unido más, y nos ha hecho mirar hacia atrás para recordar la historia que comenzó, no ya en 1996 con la fundación del CIMAC, sino antes, con las filiales de Geografía, Arqueología y Botánica. Nos vamos convencidos de que hemos hecho buen trabajo. Como secreto a voces prometemos que regresaremos con otro feliz pretexto. Nos esperan nuevas historias para contar la historia del CIMAC, y de algún modo creo que nosotros también, ahora, estamos haciendo historia. (Damaris Hernández Marí).

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