Un mensaje sobre la COVID-19 desde un dolor irreparable.

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Agnes Rivero Aguilera. Desde el dolor, ella nos trasmite un mensaje muy útil en tiempos de rebrote, de récords negativos de cantidad de pacientes y de haber alcanzado la cifra de 200 fallecidos. Foto: Naturaleza Secreta de Cuba.

La COVID-19 interrumpió un matrimonio de 44 años y dejó una huella permanente en una familia, una vida que se lleva una pandemia que hace estragos en todo el mundo. Naturaleza Secreta comparte el testimonio grabado hace unas semanas de Agnes Rivero Aguilera. Desde el dolor, ella nos trasmite un mensaje muy útil en tiempos de rebrote, de récords negativos de cantidad de pacientes y de haber alcanzado la cifra de 200 fallecidos.

Uno de ellos es el esposo de Agnes, a quien ella recuerda como “una persona muy noble, trabajadora, que todos querían, conmigo fue muy bueno, también con su familia de oriente, no tengo ninguna queja de él, los dos luchábamos juntos, solo le pido a Dios que me dé fuerzas. Lo extraño mucho.

agnes naturaleza secreta 6Foto: Naturaleza Secreta de Cuba.

“Fue operado de cadera en el hospital Calixto García, donde salió bien, con buen ánimo, quería caminar, todo eso sucedió con la primera COVID, pero empezó a decaer al mes y medio y yo me preocupé mucho…

“Yo lo veo que está tosiendo y él me dice: tengo síntomas del dengue −de cuando le había dado el dengue−, tengo asco. Dos veces le dio 38 en la casa, pero al otro día ya no le dio más fiebre, eso fue un sábado. El hijo mío me llama y me dice que estaba en el policlínico, que tenía sospecha del virus, él es panadero, y él se contagió. Llegan haciéndole PCR a todos los trabajadores y ya ese mismo día él se empieza a sentir con fiebre, va al policlínico con su señora y su suegra, allí lo tienen toda la noche y al otro día, domingo, lo llevan para Casa Blanca, y allá le repiten también el PCR; pero viene la enfermera a mi casa y me dice: mira, Agne, tu hijo tiene COVID, ahora esto es aislamiento para todos, y yo le digo que yo quería aislarme. Yo veo que Antonio se siente muy mal y yo lo veo que está mal, y me preocupa también la niña de siete años que está a mi cargo. El problema era si nos llevaban con la niña, los tres para un mismo lugar porque a él había que llevarlo en un ambulancia y yo le digo, bueno, la abuela por parte de madre quiere mucho a la niña, yo estoy segura que yo la llamo y ella viene a La Habana rápido, y la llamé y le dije: María, prepare las cosas, porque tenemos que aislarnos, y usted también que tuvo contacto con él, también tiene que irse aislada y ella me dijo: no hay problema, yo me voy con la niña.

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Foto: Naturaleza Secreta de Cuba.

“Yo me sentía físicamente bien, yo tengo 66 años y no cogí la COVID, mi nieta tampoco, la abuela de la niña tampoco la cogió, en el caso de mi hijo, su esposa tampoco cogió la COVID, a ellos los aislaron, y su familia tampoco, fue mi esposo y mi hijo. Mi hijo sí estuvo ingresado.

“Cuando ya nos recogen el día 14, que nos ingresan a las siete y pico de la noche, vino al ambulancia a recogernos y nos lleva para el Salvador Allende, allí nos ponen en la sala de observación. Al amanecer nos hacen el PCR y la doctora me dice: usted dio negativo; pero su esposo está positivo y él va para terapia, usted va para otro lugar. Ese fue el último día que yo lo vi a él, ya no lo vi más. Yo me despedí de él allí, le di un beso en la frente y el dije: te quiero. No lo vi más, más nunca lo vi. De allí a mí me  llevaron para el Julito Díaz, y me repitieron otra vez el PCR y dio negativo de nuevo. Hablé con el médico que me atedió, un médico muy amable, y le dije todo lo que me había pasado, y yo sin un celular para comunicarme, no sabía de mi esposo, de mi hijo, de mi nieta, no sabía cómo estaban, entonces una señora que estaba allí se me brindó con el celular y llamó para saber de él.

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La COVID-19 interrumpió un matrimonio de 44 años y dejó una huella permanente en una familia. Foto: Naturaleza Secreta de Cuba.

“Yo estuve cuatro días allí en el aislamiento, cuando llego a mi casa me dice mi nuera, que a Antonio le había dado un paro cuando entró allí, y yo empecé a dar gritos, a decir: Dios mío, porque ya lo habían pasado para terapia intensiva, me vinieron a fumigar también la casa, me la fumigaron y ahí supe de mi hijo, que estaba en la UCI (Hospital de la Universidad de Ciencias Informáticas), que allí estuvo más de un mes.

“Me empiezo a comunicar con el Salvador Allende (Hospital Clínico Docente Quirúrgico Dr. Salvador Allende) y un día me llaman aquí para que yo autorice hacerle una traqueotomía, y lo operaron, salió bien, el médico me dijo que no había sangrado, que todo había salido bien. Él tuvo una neuropatía, un broncoespasmo, lo transfundieron tres veces porque estuvo muy anémico, y un día me llaman y me dice que lo van a pasar para el Naval (Hospital Militar Central Luis Díaz Soto) porque tenía una fístula en la tráquea, que expulsaba los alimentos… lo pasan para el Naval, la suegra de mi hijo se comunica con la doctora y ella le dice que no nos preocupáramos que lo iban a operar.

“Eso fue todo, yo del Naval no tengo quejas. En total él estuvo más de un mes ingresado y un día me llama la doctora del Naval y me da la noticia y me dijo: tengo que decirle que él acaba de fallecer. Yo no grité, yo nada más decía: Dios mío. Mi hijo se puso muy mal, a mí me subió la presión, yo estuve luchando mucho con él desde el problema de su cadera.

“Días después me llama una doctora del Naval y me empieza a hablar una psicóloga y me hacía preguntas, y yo le decía que del Naval no tenía quejas, yo sé él entró allí muy mal, él estaba crítico-inestable, yo lo sabía y tenía el cerebro ya muy mal, de la neuropatía, del paro, él estaba vivo porque estaba con las máquinas, yo sabía que tenía que estar preparada porque estaba con las máquinas respirando.

“Yo siempre me cuidaba cuando salía a la calle, por eso no lo cogí, me lavaba las manos, me ponía el nasobuco, pero yo sé esta es una enfermedad muy mala, es peor que el cáncer, porque usted tiene un familiar ingresado con cáncer y usted está allí con él, hablándole, con conocimiento hasta última hora y usted lo está mirando.

“Lo que me duele es que él no podía hablar, él no podía expresar nada, no tenía a nadie de la familia a quien ver, y estuvo allí 39 días, y en ese tiempo no pudo decir nada.

“El mensaje que yo digo es que se cuiden, porque eso es como dicen, el SIDA no tiene cara, el virus de la COVID-19 no tiene cara, usted no sabe quién lo tiene, y allí uno se descuida y se confía. Esa aglomeración que hay principalmente en los mercados, hay quien fuma en la calle, se baja el nasobuco o para comer, y eso no debe de ser, porque debemos estar con el nasobuco puesto para evitar el sufrimiento de todos aquellos que hemos perdido a un ser querido”. (Tomado de Naturaleza Secreta) Cortesía:http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/01/30/un-mensaje-sobre-la-covid-19-desde-un-dolor-irreparable/

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