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Es una enfermedad vírica aguda, hemorrágica, transmitida por mosquitos infectados de la espeie Aedes aegypti. El término "amarilla" alude a la ictericia que presentan algunos pacientes. (Ictericia: La piel y las partes blancas de los ojos se ponen amarillas). El virus es endémico en las zonas tropicales de África y de América Central y Sudamérica y puede prevenirse con una vacuna muy eficaz, segura y asequible. Una sola dosis es suficiente para conferir inmunidad y protección de por vida, sin necesidad de dosis de recuerdo.
Síntomas:
El periodo de incubación es de 3 a 6 días. Muchos casos son asintomáticos, pero cuando hay síntomas, los más frecuentes son:
Fiebre
Dolores musculares sobre todo de espalda
Cefaleas
Pérdida de apetito
Náuseas o vómitos
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En la mayoría de los casos los síntomas desaparecen en 3 o 4 días y no hay tratamiento antivírico específico para la #FiebreAmarilla; sin embargo, el desenlace mejora con el tratamiento de la deshidratación, la insuficiencia hepática y renal y la fiebre. Las infecciones bacterianas asociadas pueden tratarse con antibióticos.
Existe una vacuna para prevenir esta enfermedad que no requiere dosis de refuerzo ya que una sola dosis protege de por vida. Dicha vacuna está dirigida a toda la población, pero tiene algunas excepciones:
Los menores de 9 meses solo pueden ser vacunados durante épocas de epidemia donde el riesgo de infección es alto y se aplica a menores de 6 a 9 meses.
Las mujeres embarazadas solo son vacunadas cuando hay brotes de fiebre amarilla.
Las personas con alergia grave a las proteínas del huevo no pueden ser vacunadas.
Las personas con trastornos del timo o inmunodeficiencias graves debidas a infección sintomática por VIH/SIDA u otras causas tampoco pueden recibirla. Cortesía: http://www.eliminatedengue.com/
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Por aquellos tiempos la fiebre amarilla asolaba los puertos y las ciudades de América. La devastadora enfermedad apareció por primera vez en La Habana y su forma de transmisión se convirtió en incógnita, capaz de quitarles la vida y el sueño hasta a los más encumbrados científicos del área.
Las estadísticas de los Cuadernos de Historia Sanitaria de La Habana refieren que en la capital ocurrieron 1 599 defunciones por fiebre amarilla en 1878 y en los 10 años de guerra por la Independencia de la Isla, fallecieron 92 231 individuos, de los cuales 11 603 fueron por fiebre amarilla.
El 14 de agosto de 1881 fue un día decisivo en el descubrimiento del factor causante de la propagación, sin embargo pasó desapercibido nada más y nada menos que en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
El experimentado doctor Carlos J. Finlay subió a la tribuna con todas las pruebas en sus manos. Ante los ilustres compañeros, el científico leyó con naturalidad los resultados de largas jornadas de estudios, así dio a conocer que el mosquito Culex (Aedes aegypti) era el agente transmisor de la fiebre amarilla.
El espíritu científico primó durante su intervención: “No quiero incurrir en la exageración de considerar ya plenamente probado lo que aún no lo está, por más que sean ya muchas las posibilidades que puedo invocar a mi favor. Comprendo demasiado, que se necesita nada menos que una demostración irrefutable para que sea generalmente aceptada una teoría que discrepa tan esencialmente de las ideas hasta ahora propagadas acerca de la fiebre amarilla”.
Pero su planteamiento no recibió comentarios en contra o a favor, simplemente «quedó sobre la mesa». Luego de finalizada la sesión, el trabajo de Finlay fue motivo de burla, e incluso, lo apreciaron como un síntoma de locura.
El periodista Orfilio Peláz reseña en el diario Granma la anécdota contada por el biógrafo el doctor José López Sánchez. “Llega a su hogar decepcionado y le comenta a su esposa Adela Shine: Hubiera deseado que refutaran cada concepción, punto por punto, para debatir, hablar y convencerlos, o que me convencieran a mí”.
LA CONSTANCIA DE UN BUEN MÉDICO
A Carlos J. Finlay, quien nació en Camaguey y cursó la carrera de Medicina en el Jefferson Medical College de Filadelfia, Estados Unidos, la vida le dio no pocos golpes.
Una vez de regreso a Cuba, aprobó los exámenes que le permitieron revalidar el título de médico en 1857. Tres años más tarde viajó a Francia, donde se especializó en oftalmología. Luego se instaló en La Habana para ejercer ambas profesiones.
Sus preocupaciones médico sanitarias fueron amplias y muchos de los procederes avanzados para la época. Su labor abarcó la cirugía del cáncer, el bocio exoftálmico, los efectos nocivos para la salud del gas de alumbrado, los principios científicos de la electroterapia, las enfermedades en infantes, el cólera, la malaria y los abscesos hepáticos, entre otros temas.
En la época en que inició sus trabajos de investigación atraviesa varias dificultades para ingresar a la Academia de Ciencias, pero no se desanimó, durante casi siete años envió sus comunicaciones científicas a la institución y en 1872 finalmente lo aceptan como miembro titular.
Por ese entonces, muchos debatían sobre la contagiosidad de la fiebre amarilla. Los médicos explicaban los padecimientos mediante causas naturales, responsabilizando principalmente a las condiciones del medio y, en particular, a causas atmosféricas, cósmicas y telúricas.
Influido por las doctrinas imperantes de la época, Finlay buscó las causas de la transmisión en la ambiente, tras el trabajo con patólogos y bacteriólogos de experiencia científica abandonó la primera hipótesis y se centró en la búsqueda del “agente cuya existencia es completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, pero necesaria para transmitir la enfermedad del individuo enfermo al hombre sano”.
LA INFAMIA SIEMPRE PIERDE
Cuando nadie creía que un simple mosquito era el agente propagador de la enfermedad, no sólo anunció su presencia como factor imprescindible para transmitirla, también formuló las reglas higiénico-sanitarias más efectivas de prevención, como máximo precursor de la lucha antivectorial.
El escritor cubano Ciro Bianchi, en un material publicado en Juventud Rebelde, explica que durante “la primera intervención norteamericana en Cuba, el Gobierno de Estados Unidos presionó a sus médicos militares en Cuba para que buscasen una solución al problema de la fiebre amarilla.
“Impotentes ante la enfermedad, decidieron ensayar la teoría de Finlay. Una tarde del duro verano de 1900 los doctores Reed, Carroll y Lazear visitaron a su colega cubano en su casa del Paseo del Prado. (…) Los norteamericanos pidieron a Finlay detalles de sus investigaciones con la promesa de comprobarlas en la práctica.
“Finlay, con una generosidad extraordinaria, puso a disposición de los visitantes el resultado de sus 30 años de trabajo en el tema y les hizo entrega, en una jabonera de porcelana, de huevos de un mosquito infectado.
“En Marianao acometió la comisión médica norteamericana sus experimentos. Solo comenzó a tomar en serio la teoría cuando dos de sus miembros se contagiaron con los moquitos infectados. Carroll logró sobrevivir; Lazear falleció: se había dejado picar conscientemente. Los norteamericanos solo aventajaron a Finlay en la determinación de la naturaleza viral de la enfermedad.
Según cuenta el cronista desde el primer contacto el doctor Reed, quien fungía como jefe del grupo, nunca se mostró partidario de reconocer al cubano la paternidad del descubrimiento en caso de que llegase a corroborarse su teoría.
“Obedecía en eso a orientaciones muy precisas que recibió de Washington. Ante los ojos del mundo entero el Gobierno de Estados Unidos quería hacer pasar su intervención en Cuba como una obra humanitaria y civilizadora, no militar. Nada se prestaba mejor a ese propósito que hacer creer que el saneamiento del país con el combate del mosquito y la erradicación de la fiebre amarilla eran colofón únicamente de sus «humanitarios» y «civilizadores» desvelos”.
“El galeno cubano reaccionó vigorosamente ante la usurpación, y los más distinguidos profesionales de su tiempo lo secundaron, así como antes se negaron a creer en sus planteamientos. Pronto la gloria del médico rebasó nuestros límites territoriales, y el reconocimiento universal llegó al sabio cubano. La Universidad de Filadelfia, donde cursó estudios, le otorgó, ad honorem, el doctorado en Leyes. La Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, la Medalla Mary Kingsley, y el Gobierno francés lo condecoró con la insignia de Oficial de la Legión de Honor”.
UN NOBEL NO BASTA
A partir de 1901, La Habana experimentó una lucha masiva contra el Culex, gracias a la campaña de saneamiento destinada a la destrucción de las larvas en sus propios criaderos. Así, la misteriosa enfermedad disminuyó considerablemente.
Además las recomendaciones higiénicas de Finlay se extendieron a Panamá, Río de Janeiro, Veracruz, Nueva Orleans y otros lugares del hemisferio occidental, donde existía un gran número de víctimas debido a los reiterados brotes de fiebre amarilla.
Según los historiadores de su obra, durante la fecunda carrera profesional dedicó parte del tiempo a la oftalmología, incluso publicó un novedoso artículo científico relacionado con el primer caso de hipotiroidismo en Cuba. También se interesó por la prevención del tétano en el recién nacido y del cólera.
El prestigioso doctor fue nominado en varias ocasiones al Premio Nobel en Medicina por sus propios colegas entre 1905 y 1915, sin embargo jamás le otorgaron dicho reconocimiento.
Carlos J. Finlay recibió en 1907 la Medalla Mary Kingsley, por parte del Instituto de Medicina Tropical de Liverpool, la más importante institución del mundo en Infectología, y la orden de la Legión de Honor, otorgada por el gobierno de Francia. Un tiempo después de su muerte, el XII Congreso de Historia de la Medicina celebrado en Roma, ratificó que le corresponde el mérito de lograr tan significativo descubrimiento.
La medicina cubana honra su legado a diario con el avance de la Salud Pública gratuita, la efectividad de las campañas antivectoriales y la Orden Carlos Juan Finlay, que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba a profesionales e instituciones con una meritoria labor científica. Pruebas contundentes de la supuesta locura de Finlay, basada en el trabajo infatigable y el altruismo. Cortesía: http://tintainquieta.blogspot.com/
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EfYf8lfXYAAJRkp.jpg largeUno de los acontecimientos más trascendentales en la historia de la ciencia cubana, inscrito para la posteridad el 14 de agosto de 1881, resultó el descubrimiento de la transmisión de las enfermedades infecciosas por insectos chupadores.
Expuesta en esa fecha por el médico Carlos J. Finlay en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, tal revelación marcó un antes y un después en las investigaciones sobre el agente trasmisor de la #FiebreAmarilla.
Aunque, para desdicha del propio descubridor y de la ciencia mundial, el mérito se intentó atribuir al galeno norteamericano Walter Reed y a la Comisión Militar Americana a su cargo, que operó en Cuba durante el primer gobierno interventor estadounidense.
No fue sino hasta la aprobación unánime de la moción presentada por la delegación cubana al X Congreso Internacional de Historia de la Medicina, en 1935 en Madrid, España, cuando se reconoció que Finlay resultó el primero en implantar científicamente el principio transmisible de esa enfermedad por el mosquito Aedes aegypti.
En ese encuentro se estableció, además, que el experto de la Isla fue el iniciador del establecimiento de las medidas higiénicas para la prevención de la fiebre amarilla, y aclaró el extraordinario rol desempeñado por su doctrina en el saneamiento del área del Canal de Panamá durante su construcción a finales del siglo XIX.
El gran aporte de su genio a la medicina internacional le permitió descubrir la forma de propagación y control del mal, cuestión que constituía el más terrible azote epidemiológico de su época en la mayor de las Antillas.
A 133 años de aquel relevante suceso, Cuba exhibe hoy logros indiscutibles en materia de control y eliminación de vectores, y ya esta dolencia no significa una preocupación para la medicina nacional.
Sin embargo, el sistema de salud cubano destina cuantiosos recursos para mantener a raya, e impedir que caiga con fuerza sobre la población, el Aedes aegypti, transmisor del dengue.
Para evitar su proliferación, el Estado dispone asimismo de un sistema de prevención y control, capaz de enfrentar ese flagelo y mantener una estrecha vigilancia en comunidades, barrios, aeropuertos, puertos y otros lugares que constituyen riesgo.
La isla cuenta a su vez con centros de investigación e instalaciones hospitalarias y médicos y científicos que dedican sus máximos esfuerzos a diagnosticar y atender los pocos casos (importados), que se puedan reportar con ese mal.
Si bien pudiera perecer lejana la fecha del importante descubrimiento del doctor Carlos Juan Finlay, hoy más que nunca es necesario rememorar estuan acontecimiento, cuando tal azote cobra la vida de miles de personas en países pobres, donde no existe un digno sistema sanitario para su erradicación. Cortesía: http://www.acn.cu/medio-ambiente/
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Aunque se realizan constantes acciones para el control y la prevención del contagio del Dengue, enfermedad transmitida por el Aedes Aegypti, mosquito que se cría en recipientes que contienen agua clara y quieta presentes tanto en el interior de las casas como en patios y jardines, las mismas son insuficientes, por eso la comunidad debe tomar acciones para erradicar el mismo y así evitar enfermedades como el Dengue, Zika, entre otras.
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CÓMO EVITAR LA PROLIFERACIÓN DEL MOSQUITO:
• Tirar los objetos que no se usen y que puedan acumular agua.
• Colocar boca abajo recipientes que se utilizan diariamente como baldes, palanganas, latas, frascos o botellas.
• Tapar herméticamente los tanques y recipientes que contengan agua.
• Mantener limpias las canaletas y desagües.
• Cambiar el agua de floreros, peceras y bebederos de animales y limpiarlos cada tres días, tanto en la casa como en los cementerios. En este último caso, reemplazar el agua de floreros por arena húmeda y mantener los patios y jardines ordenados y desmalezados.
• Eliminar el agua de huecos de árboles, pozos, letrinas abandonadas y portamacetas.
• Mantener limpias, cloradas o vacías las piletas de natación fuera de la temporada.
CÓMO EVITAR LAS PICADURAS:
• Usar ropa clara cuando estamos al aire libre.
• Usar repelente (que no contenga sustancias aromáticas, ya que el perfume atrae a los mosquitos) aplicándolo tanto en la piel como en la ropa.
CÓMO PROCEDER ANTE EL DESCUBRIMIENTO DE SÍNTOMAS:
En caso de presentar fiebre alta, mareos, vómitos, dolor de cabeza constante, dolor por detrás de los ojos, manchas rojas en la piel en todo el cuerpo, cansancio excesivo sin razón aparente, dolor en articulaciones y huesos, entre otros, se debe aumentar inmediatamente la ingesta de líquido y acudir al Centro Médico m´pas cercano o consultar con el Médico de la Familia al que pertenece . Cortesía: https://elurbanodesancarlos.com/contenido/
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Una de las principales medidas consiste en eliminar huevos y larvas por medio del descacharreo. En los envases o elementos donde se pueda almacenar agua es donde el Aedes aegyti pone enormes cantidades de huevos, que, en contacto con agua, originan larvas y luego mosquitos adultos.
Cabe mencionar que la fumigación, actúa solo sobre el mosquito adulto, por lo que no resulta efectiva para la eliminación de huevos y larvas.
Es importante eliminar los sitios de cría del mosquito y por ende evitar así la instalación de las enfermedades.
Es importante destacar que el Zika es muy peligroso para las embarazadas porque puede producir malformaciones severas en el bebé. Además, se debe tener en cuenta que no solo se transmite por el mosquito Aedes aegypti, sino también por transmisión sexual. Cortesía: http://berisso.gob.ar/noticia/
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En estos días en que han cesado las lluvias en la provincia debemos reforzar aun más los trabajos de prevención contra el Aedes aegypti .
Con sólo 5 o 10 minutos diarios podemos hacer algo para prevenir los criaderos del Aedes aegypti, transmisor de DENGUE, ZIKA, CHIKUNGUNYA Y FIEBRE AMARILLA. Todos los objetos que acumulen agua pueden ser un posible lugar donde se críen mosquitos. Acercamos simples acciones que pueden realizar de lunes a domingo, y repetirlas semanalmente y cada vez que llueva.
Lunes
Damos vuelta y cambiamos todo lo que acumule agua: los objetos que acumulan agua en tu casa pueden tener huevos de mosquito. Por eso es importante vaciarlos, lavarlos bien y dejarlos secos, siempre dados vuelta o bajo techo.
Martes
Cambiamos el agua de floreros y bebederos: en cualquier objeto que contenga agua, el mosquito puede poner huevos. Por eso, si tenés floreros o bebederos de agua para mascotas, es importante que los vacíes, los laves y los vuelvas a llenar día por medio.
Miércoles
Cepillamos y lavamos las cámaras de los desagües: este es uno de los lugares preferidos del mosquito. Por eso es importante que las cepillemos y limpiemos con frecuencia.
Jueves
Tapamos los tanques de agua: si tenés en tu casa un tanque o cisterna que acumule agua en el exterior, tapalo completamente. Y si no podés taparlo, ponele un mosquitero.
Viernes
Tiramos todo lo que no usamos: en los espacios al aire libre siempre acumulamos cosas que quizás no necesitamos. Esas cosas son ideales para que el mosquito ponga sus huevos. Hoy junta todo lo que no uses, ponelo en una bolsa y sacalo para que lo retire el recolector.
Sábado
Cortamos el pasto: todos los lugares que conserven agua pueden ser un criadero del mosquito. Por eso, si tenés un lugar al aire libre con pasto, mantenelo corto, dejá la superficie limpia y revisá que no tengas plantas con agua acumulada en las hojas.
Domingo
Liberamos canaletas: si tenés una canaleta al aire libre, liberala de hojas y tierra para que circule el agua. Después cepillá los bordes y revisá que tenga bien la inclinación para drenar. Cortesía: https://salud.misiones.gob.ar/
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