Pensar el teletrabajo en Cuba (Separata Economía)

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Por Dania Leyva Creagh, presidenta del Consejo Técnico Asesor de la CTC

La implementación en Cuba de la forma organizativa como parte del trabajo a distancia, ha generado no pocas reflexiones y debates. Eso ocurre en momentos en que con regularidad el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social afirma que dicha modalidad llegó para quedarse, y expone elementos de juicio que permiten evaluar la necesidad, importancia, actualidad y novedad de la propuesta, por una parte; y por otra, las formas concretas en que ha existido y existe en el mundo, y la realidad para Cuba en sus diversas perspectivas.

Es preciso reflexionar sobre un proceso en el que estamos inmersos; y al que debemos prestarle atención en tanto constituye un terreno en el que se amalgaman contradicciones y desafíos, no obstante determinados avances logrados.

Sería pertinente profundizar en las posibilidades reales para la extensión del teletrabajo. El asunto no solo tiene que ver con requisitos físicos, equipamientos, conectividad, etc., sino que se trata de un cambio cultural-organizacional. Esto implica, en primer lugar, y no de manera mecánica, una concepción diferente, un cambio de paradigma de lo que es el trabajo, lo que son las relaciones laborales, la comunicación interna y el control.

Es importante puntualizar en las herramientas tecnológicas, de conectividad, medios de trabajo. Algunas entidades han diseñado estrategias a partir de lo establecido en la legislación vigente, sin embargo, en otras no se cumple en su totalidad. Además, el teletrabajo supone un alto costo para los trabajadores al asumir la conectividad, energía eléctrica, medios tecnológicos personales, entre varios recursos necesarios para crear las condiciones laborales mínimas, sobre todo en el contexto de la Tarea Ordenamiento.

Para las mujeres cubanas conciliar la vida cotidiana y el teletrabajo es un reto debido al rol que tradicionalmente se les ha impuesto de responsables de familia. Muchas interrogantes surgen: ¿cuántas horas dedican al teletrabajo, en qué horarios? ¿Cuántas interrupciones ocurren para ocuparse de las tareas habituales? ¿Tendrán la oportunidad de actualizar los conocimientos? ¿Quedará tiempo para el autocuidado? A lo anterior sumamos las circunstancias adversas que enfrentamos, hacinamiento en las viviendas, las carencias materiales, por mencionar algunas.

El teletrabajo no puede ni debe convertirse en un discurso desconectado de las condiciones reales por las que transita la sociedad cubana. Para ello es pertinente tomar como base las fortalezas y oportunidades potenciadas en estos últimos años, las capacidades creadas, el potencial humano, el nivel de la ciencia, la tecnología e innovación en determinados sectores y actividades, las infraestructuras tecnológicas, las que interconectadas generan sentidos y significados para el equilibrio entre las ventajas y desventajas que proporcionan en nuestro contexto.

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